El día domingo 7 de octubre no era un día
más, era el día en el que (desde mi punto de vista) nos jugábamos la patria, cuando me levanté muy
temprano en la mañana para ir a votar estaba consiente de la gran
responsabilidad que recaía sobre mis hombros, al igual que asistir al cierre de
campaña del candidato Hugo Chávez, era primordial depositar mi voto en las
urnas, mi conciencia y responsabilidad lo pedían.
Luego de vestirme, el objeto más preciado era
mi cédula laminada, en el sector en el que vivo, ha ganado la derecha
históricamente, sabía que me enfrentaría a soportar vejámenes, improperios
ofensas y vilipendios de todas y todos los que me encontraría en la cola, entre
ellas y ellos amigas, amigos de toda una vida.
Al llegar al sitio a las 5 de la mañana, ya
había electores en la cola, como era de esperarse ya los grupos conversaban en
voz alta, por supuesto como imaginaba, solo se escuchaba sobre la ignorancia de
los revolucionarios, de como era posible que no viéramos que nada servía, que
todo era una porquería, que nuestros hijos van directamente al infierno, etc,
etc, etc.
Estoicamente los que fuimos a votar por
mantener y profundizar el socialismo, aguantamos, y a sabiendas que éramos un
granito de arena en ese mar opositor del sur - oeste, siempre supimos que
sumariamos a nuestra causa e ideales.
Sabíamos que ganaríamos, las concentraciones
lo decían, las encuestas, la dirigencia, nuestros compas de marcha, el Consejo
Comunal lo comentaba, pero sin embargo,
no fue si no hasta el momento en que Tibisay Lucena dio los resultados que la
explosión de júbilo floreció en mi y en mis allegados, esposa, hijos, familiares y amigos que esperábamos con
impaciencia eso que terminó de afirmar lo que ya sabíamos en nuestra alma y
corazón.
Sin embargo mi felicidad significó la
tristeza de otras y otros, personas que aprecio y quiero estaban acongojadas,
apesadumbradas y en algunos casos molestas. Totalmente entendible ya que el ser
revolucionario me ha enseñado a colocarme en el lugar de la otra y del otro, me
identifiqué pensando como me sentiría si el resultado me hubiese sido adverso.
Mi celebración fue corta, unos pequeños gritos de alegría, un brindis, y a escuchar al Comandante Chávez por
Televisión. Como comunicador, ya había cubierto todo el día periodísticamente el evento, ese
final en el balcón del Pueblo lo deje al
sistema de medios públicos, con mayor cobertura y receptividad que mi modesta
página web y blog. Más tarde, no escribí nada en Facebook, ni en twitter, ni por el
teléfono, solo dormí con una inmensa alegría de saber que mis hijos tendrían la
Patria por la que siempre he luchado.
Al despertar el día lunes fue verdaderamente
terrible lo que vi en mensajes de Facebook, twitter y teléfonos, un mar de adjetivos a todas y
todos los que no creímos ni apoyamos a Capriles, nos califican de ignorantes,
malandros, marginales, y de vivir arrodillados (semejante analogía), todo esto
solo porque no ganó la opción de la derecha.
Ahora, ¿será posible que estas
ciudadanas y ciudadanos que apoyaban a Radonski,
sean capaces de colocarse en el lugar del otro?, no solamente es verdad que evitan hacerlo, sino
que es allí donde radica esencialmente su derrota. Pensar que por seguir
ideales distintos, no queremos mayor seguridad,
viviendas dignas para todas y todos, mejor seguridad personal, salud digna y de
calidad, mejores vías de comunicación, mejor educación,
oportunidades profesionales en igualdad, mejores instalaciones escolares,
transporte público excelente, etc., es algo que parece salido de una mente ofuscada y fuera de cordura.
El no ponerse en los zapatos del otro es lo
que los conlleva ineludiblemente a la derrota de la oposición, no entienden que
los que creemos en el Presidente Chávez no queremos que eliminen las misiones, los
Centros Diagnósticos de Salud (CDI), las escuelas Bolivarianas, ni la inversión
social. Nos negamos a entregar las instituciones
del Estado a los dueños de los grandes consorcios, a designar ministros que son
gerentes de empresas transnacionales, ni a dueños de bancos como presidentes del
Banco Central de Venezuela.
Los que creemos en el socialismo no vivimos de
rodillas, estamos rodilla en tierra defendiendo nuestros ideales. La
oposición también lo hace, ya que en el devenir del tiempo han estado en pie
de lucha, hablo de aquellas y aquellos verdaderos opositores (que los hay), no de la dirigencia que pretende entregar el
país a intereses foráneos y privados.
¿Esta era la inclusión, la unidad, la paz y el sosiego que gritaban las opositoras y los
opositores en el caso de ganar las elecciones?, con estos mensajes peyorativos
y denigrantes al pueblo que cree en el socialismo encabezado por el Presidente
Chávez, los opositores que los ejecutan, le demuestran la verdadera cara del fascismo que
representan, el profundo desprecio que sienten por los negros, morenos, indios
y por toda y todo aquel que no ingrese dentro de su estatus academicista, que
les permite auto erigirse como los intelectuales del país y dueños de la verdad.
Hoy ya es martes, no he conversado con mis
amigas y amigos opositores, espero que podamos seguir congeniando en otras
temáticas de la vida, para mi siguen
siendo mis querencias, mis recuerdos de infancia, mis metidas de pata de
adolescente, consejos valiosos en mi andar de vida.
En
esta batalla ideológica ganó la mayoría socialista, ese es el juego
democrático, pero eso no debe alterar el amor y el cariño que sentimos por
nuestros semejantes y más aun si han significado mucho en nuestras vidas.
Este es un llamado a la paz entre hermanas y hermanos,
todas y todos somos de la patria de Simón Bolívar, tenemos la dicha de ser
venezolanas y venezolanos, de compartir las mismas raíces, sigamos adelante batallando, cada quien y cada cual con su ideología, pero siempre buscando
una Venezuela mejor.