Foto: Cortesia Correo del Orinoco |
En todos los ámbitos de la vida humana es de vital importancia sentirse seguros, esto nos permite vivir de manera mucho más placentera y ayuda a nuestro organismo a envejecer de forma natural, con sensaciones de bienestar y confort, evitando el sobre salto, la preocupación y la intolerancia, hechos que derivan en estrés, enfermedad que causa innumerables trastornos de salud.
Al ingresar en una empresa en la cual sus áreas están totalmente limpias, puntos de seguridad demarcados, personal atento a cualquier eventualidad, sistemas de incendio claramente identificados y ventilación adecuada, comenzamos a sentir que ese lugar es el idóneo para realizar las tareas que nos llevaron a él: compras, comida o solicitud laboral.
En contraposición se encuentran aquellos lugares lúgubres, sin ventilación, áreas desaseadas y falta de atención de quienes laboran en el lugar, inmediatamente viene a nuestra mente pensamientos negativos, en los cuales podemos especular que el sitio es inseguro y en cualquier momento puede suceder algo que atente contra nuestra integridad física y mental.
Esto sucede, desde niveles micro en un local de mini mercado, hasta escala macro, como puede ser un país, un continente y un planeta. Parece seguramente exagerada mi última aseveración, pero les aseguro que no lo es.
Existen varias terminologías para la palabra seguridad, la Real Academia Española la define en el espacio social como “organización estatal que se ocupa de atender determinadas necesidades económicas y sanitarias de los ciudadanos”, en el estadal: “dicho de un ramo de la administración pública, cuyo fin es el de velar por la seguridad de los ciudadanos”, en un tercer aparte indica que es “un mecanismo, que asegura algún buen funcionamiento, precaviendo que este falle, se frustre o se violente”.
En las dos primeras categorías, depende del Estado ser garante de la seguridad de la ciudadanía en materias de salud, vivienda, poder adquisitivo, vial, educación y lo referente a la seguridad personal. Esto último con la creación de organizaciones o entes con facultad para la ejecución de la ley, que aseguren su cumplimiento según su reglamentación y ordenanzas.
El tercer aparte se refiere a formas o elementos que utilizan las ciudadanas y los ciudadanos para establecer de forma individual o colectiva esa sensación de bienestar que da la seguridad, entre ellos podemos nombrar: cercos eléctricos, vidrios ahumados en vehículos, cámaras de seguridad, evitar el uso de joyería, alarmas contra robo (casas y vehículos), colocación de rejas, construcción de muros, identificadores de acceso, equipos contra incendios, entre otros.
Podemos definir claramente los equipamientos utilizados para eventos que muchas veces se encuentran fuera de nuestro alcance evitarlos, como son: incendios, sismos, inundaciones o cualquier desastre natural, y aquellos utilizados en la materia más preocupante a la ciudadanía, la prevención y disuasión de eventos delictivos. Estos últimos utilizados debido a la sensación de inseguridad que se genera en la cotidianidad y que muchas veces es potenciada por los medios de información.
En el caso de la seguridad personal esta tiene aristas muy amplias, muchas veces solo alcanzamos a analizar sus consecuencias y no sus causas, las cuales tienen variantes tan amplias que van desde la pobreza extrema, hasta la riqueza extrema, ambos puntos con poderes y desproporciones que afectan irremediablemente a la sociedad en su conjunto. El Estado junto a la colectividad, debe trabajar para atacar de manera efectiva y eficaz las causas que derivan en actos fuera de los enmarcados dentro del buen vivir, la solidaridad y la humanidad, enrumbándonos definitivamente al bienestar que nos da sentirnos seguros.
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