martes, 27 de julio de 2010

Carta abierta a Don Simón Rodríguez

Querido amigo y compatriota Don Simón Rodriguez, espero que no le moleste ni tome como abuso de mi parte el llamarle como si lo conociese de toda mi vida, quizás ha vivido siempre en mi pensamiento y yo aún no lo sabía. Su ideología y obra ha calado tanto en mi ser que siento su presencia dentro de mis pensamientos como si fuese yo mismo, es por ello que creo tener la confianza para comentarle mis aflicciones como se le hace a un padre, un hermano o al más querido de los amigos.

La República con la cual usted soñó, aun está pendiente, su obra igual que la de nuestro padre Simón Bolívar está inconclusa. Nuestros pueblos divididos bajo la premisa imperialista del norte buscan con ahínco salir del atraso y la miseria en las que fueron sumidos después de la independencia, con la venta de nuestro territorio y nuestras riquezas a precios de poder económico para unos cuantos, que en nada han beneficiado a nuestras Repúblicas Indoamericanas.

¡Oh querido maestro Simón!, como me gustaría que estuviese aquí, con sus ideas revolucionarias que por inconclusas siguen vigentes, con sus pensamientos de igualdad y solidaridad que cabalgan en el ideario revolucionario de nuestro actual Presidente Comandante Hugo Chávez Frías, ese ideario, que las fuerzas de la canalla burguesa con todo su poder económico retrasan y difaman. Para ello usan los fusiles y cañones de la comunicación, aquella que en su época tenían tanto peso en la escritura de los periódicos, ahora triplican su poder con el manejo de la imagen y el mensaje. ¡Disculpe querido amigo!, se me olvida que usted no sabe de nuestra época; permítame decirle que corren los años dos mil diez (2010), ya muy lejana de aquellos mil ochocientos veinticinco (1825), cuando nuestro Libertador lo nombró director de Enseñanza Pública, Ciencias Físicas, Matemáticas y de Artes y director general de Minas, Agricultura y Caminos Públicos de la República Boliviana, a sabiendas de toda la carga educativa y humanitaria que por sus venas corría. Siempre Supo nuestro padre Bolívar que la educación de sus coterráneos no tendría mejor representante que sus ideas y sus métodos educativos.

Nos encontramos pues, nosotros, los hijos y herederos de tan digna estirpe, tratando con nuestras manos, nuestro esfuerzo e intelecto de implementar todos sus pensamientos en lo que respecta a lo educativo y a la vida republicana.

La educación, -que importante-, enmarca absolutamente toda nuestra vida, desde que nacemos hasta que irremediablemente dejamos de existir. Es la fuente de alimento del intelecto, sin el cual seriamos aun más susceptibles a sucumbir ante nuestros enemigos que mutilan nuestras culturas y tratan de enajenar nuestras mentes. “Más nos han dominado por la ignorancia, que por la fuerza” decía el Coloso de América Simón Bolívar, digno representante sus enseñanzas y educación.

“O inventamos o erramos”, palabras de inmensa profundidad, de visión con claridad en el desglose del contexto en el que vivimos. Los esquemas de desarrollo de nuestro país Venezuela y nuestra América, se han establecido en contra del ciudadano; en su época con una sociedad estamental en que el valor de un título daba prerrogativas a unos pocos hacendados mantuanos, sobre una mayoría de pardos, zambos, mulatos e indios. En la actualidad, los mismos hacendados se esconden detrás de eufemismos y son llamados comerciantes, dueños, jefes, licenciados, doctores, ingenieros, entre otros, creando la misma forma clasista de la antigua sociedad de los 1700’s, con leyes creadas a favor de una minoría que vive a expensas de una mayoría explotada y dominada por la avaricia y el poder. Don Samuel, necesitamos la invención, la invención de una sociedad de iguales, de una sociedad de solidarios, de una sociedad de educadores, una sociedad ilustrada la cual anteponga criterios de evaluación ante los intentos de dominación, evitar la opresión mediante la mediación de la acción y la reflexión en la praxis.

Espero que debido a mi escrito no aumente su tribulación en referencia a lo que le espera a nuestra querida Venezuela, permítame reconfortarlo informando que nuestra República es llamada Bolivariana, ya que impartimos las enseñanzas del Padres de la Patria, aquel que usted educó. También nos llamamos Robinsonianos, ya que establecemos preceptos de sociedad y educación derivado de sus trabajos y su ejemplo, como último nos decimos Zamoranos, introduciendo dentro de esta trilogía a un hombre que usted no conoció, pero que seguramente le leyó mucho ya que sus intenciones eran de igualdad entre todos los venezolanos. A todo lo antes expuesto le llamamos en nuestra Revolución, el árbol de las tres raíces, aquel que permitirá el florecimiento de una nueva sociedad.

Me despido de usted, querido maestro, no sin antes darle las gracias por todo lo que me ha enseñado hasta ahora, y aquello que seguiré aprendiendo por medio de sus trabajos, escritos en papel y en la mente de nuestro Padre de la Patria.
Educación, educación, educación, ese debe ser el vía de nuestros esfuerzos, aunque nos lleve la vida hacerlo.